Bueno, bueno, ha pasado más de una semana desde la última actualización. ¿Me echabais de menos? Lo cierto es que estos días no han sido los más idóneos para escribir nada, tanto por falta de ideas como por falta de tiempo. Sin embargo, una vez que el Carnaval ha terminado y se han dejado atrás sus secuelas físicas y psíquicas, llegó la hora de ponerse de nuevo manos a la obra e inundaros con todo aquello que me apetezca contar y vosotros no tengáis el más mínimo interés en escuchar.
Y vuelvo a la carga hablando del mismo tema que en la entrada anterior: el Carnaval.
Quien más y quien menos, ha escuchado hablar alguna vez sobre el Carnaval de Sitges; un pomposo despliegue de carrozas, disfraces y música a todo volumen que, para aquellos que no salen disfrazados en alguna de las muchas collas, puede llegar a hacerse interminable. No nos engañemos, pese a encantarme el Carnaval, algún año que he tenido que ver el espectáculo desde la barrera me he cansado rápidamente de la procesión de carrozas y estoy convencido de que aquellos que habéis vivido esta situación en vuestras carnes estáis de acuerdo conmigo.
En el lado contrario están aquellos que participan en la rua, que se ven sometidos a un extraño fenómeno espacio-temporal que comprime el tiempo de tal manera que las horas que dura todo el recorrido parece que son unos cuantos minutos.
Pero bueno, antes de irme más por las ramas volveré al tema en cuestión que quería tratar. Y es que con el paso de los años, he podido ir comprobando como la temática de los disfraces de la mayoría de las collas ha ido encaminándose cada vez más a lucirse y enseñar carne que a buscar un disfraz original y divertido. Plumas, torsos desnudos, tangas microscópicos… llega el punto en que algunos disfraces parecen copias los unos de los otros a las que solamente se les ha cambiado el color. “¿De qué es tu disfraz? Fantasía de…” con este título se denomina a los diferentes disfraces que recuerdan muy vagamente a aquello en lo que se supone que se inspiran.
Tal ausencia de ropa, me hace pensar que los diseñadores de estos disfraces deben creer que estamos en Rio de Janeiro o en las Canarias, olvidándose que en realidad vivimos en la costa del Mediterráneo y que aquí, en febrero, acostumbra a hacer un frío que te cagas. Ojo, que a mí me parece perfecto ver a mujeres ligeras de ropa, pero bueno para su salud no debe ser (la hipotermia acecha, amigas) y, sin ánimo de ofender, hay quienes no están hechas (o hechos) para llevar según que disfraces.
Pero, por suerte, todavía se pueden encontrar collas que buscan la originalidad y la diversión. Su única pretensión es pasarlo bien y divertirse, nada más. Y pese a que tal vez cuentan con disfraces más sencillos, cumplen con creces su objetivo. Esta es la Fórmula del Éxito.
La verdad, prefiero llevar un disfraz que menos ostentoso pero que sea más divertido y pueda liarla a gusto (impagable la mezcla entre Batman y violador de este año), que gastarme un dineral en un disfraz sin personalidad y que tenga como único objetivo el lucimiento personal. Sobre todo teniendo en cuenta que no hay tanto que lucir…