No me gusta la época de elecciones. Desde todos los medios de información nos bombardean incesantemente con los programas, propuestas y cruces de acusaciones de los diferentes partidos políticos. Mentiras sobre mentiras con el único fin de movilizar a las masas aborregadas para que voten, haciéndoles creer que, si salen elegidos, van a acabar con todos los problemas del mundo. Y lo peor de todo es que muchos les creen.
El caso es que las elecciones de este próximo domingo me gustan menos que ningunas otras. Por mucho que me duela decirlo, está clarísimo que nos encontramos a las puertas de cuatro años de gobierno de la derecha. Esto es a lo que nos lleva el asqueroso bipartidismo. Antiguos votantes de izquierda que, ajenos a la existencia de otros partidos más modestos, se limitan a votar a la otra cara de la moneda, como si esa fuese la única alternativa posible. Y mientras, los “españoles de bien” votando fielmente a su querida, casposa y retrógrada derecha.
La economía está siendo el tema estrella de esta campaña electoral. Sí, es cierto que la cosa está jodida. Pero oye, que no todo es el dinero en esta vida ni la situación es exclusivamente culpa de los socialistas (por si alguien todavía no lo sabe, la crisis es a nivel mundial). La gente parece que se traga las promesas vacías de los populares, como si Rajoy fuese una especie de rey Midas que convierte en oro todo lo que toca y que caga diamantes si desayuna cereales con fibra, el genio de la lámpara que nos sacara de la crisis con sus poderes mágicos, previo voto, por supuesto. Sin embargo, les importa bien poco que esta gente vaya a intentar (digo intentar porque confió que el pueblo no les va a dejar hacerlo pese a que les hayan votado) cargarse algunos de los avances en derechos y libertades que se han hecho en los últimos años.
Cambios en la ley del aborto ya han sido anunciados, y el señor Rajoy dejó caer un silencio que hablaba por si solo cuando en el debate de la semana pasada se le preguntó acerca de si iba a deslegalizar los matrimonios homosexuales. “Uniones de hecho” dijo que deberían llamarse, pero no matrimonios. Decidme de que planeta viene este tío, por favor. Bueno, este y muchos más. Porque cuando el otro día una persona de mi edad me dijo que veía bien que se aboliesen los matrimonios homosexuales porque, según él, no era algo natural, se me pusieron los ojos como platos. Me cuesta creer que haya gente joven que todavía encuentra las relaciones entre gente del mismo sexo como algo extraño y antinatural. Pero bueno, es fácil pillarlos. Me bastó preguntarle que tenía de natural el matrimonio, ya fuese entre heterosexuales u homosexuales, para que se quedara sin argumentos para contestar. ¿Vosotros habéis visto alguna vez una boda entre dos animales en libertad? Si es así, decidme donde que quiero asistir al enlace.
No sé, ahora creo que ya es tarde y la gente no va a recapacitar. Están ciegos y van a sacrificar libertades por dinero. Bueno no, por promesas de dinero. Unas promesas que dudo mucho que se cumplan ya que este tipo de milagros solo pueden hacerlos los magos y Dios. Y los primeros solo están en los cuentos de hadas y el segundo no existe.
Pero eh, que van a crear empleo…