Seguro que todos vosotros os habéis encontrado alguna vez en esta situación: Por cualquier motivo (dolor de cabeza, examen al día siguiente, hemorragias menstruales, intoxicación por radiación, etc.) os veis obligados a abandonar a vuestro grupo de amigos a horas tempranas o, directamente, no podéis quedar con ellos; al día siguiente os llegan noticias de que os perdisteis una fiesta colosal, increíble, de aquellas que jamás vuelven a repetirse. Vosotros intentáis mantener el tipo y os comportáis con cierta indiferencia, de cara al público os alegráis de que vuestros amigos se lo pasaran tan bien. Sin embargo, por dentro os corroe la envidia.
Cuidado, que con esto no quiero decir que no os haga gracia que vuestros amigos se lo pasen bien en vuestra ausencia, sino el hecho en sí de haberos perdido una ocasión única y especial. La diferencia entre ambas cosas es pequeña, pero existe, y no quiero que penséis que soy un cabrón que cuando debe quedarse en casa se pasa el tiempo deseando que sus amigos no se diviertan un ápice.
Ciertamente, es normal que esto pueda suceder en alguna ocasión. Las probabilidades de que el día o la noche en que decides ausentarse acaben resultando memorables están ahí. No obstante, cuando este hecho empieza a ser algo habitual, deberíamos preguntarnos qué es lo que sucede.
Si resulta que en cada puñetera ocasión en que nuestros amigos se encuentran sin nosotros los niveles de diversión y desenfreno llegan a límites legendarios habría que empezar a preocuparse. ¿Estamos malditos? ¿Hay alguna extraña fuerza cósmica que conspira en nuestra contra y desea que nos perdamos todos aquellos eventos que queden grabados en la memoria de nuestros camaradas? ¿O tal vez se trata simplemente de un amigo tocapelotas que tiene la extraña afición de exagerar las situaciones, convirtiendo una noche del montón en una orgía dionisíaca, con el único fin de que nos carcoman los celos?
Expertos de todas partes del mundo se encuentran estudiando este fenómeno a la espera de poder dar con una respuesta al enigma. Por lo que a mí respecta, haré oídos sordos a los comentarios que pueda hacer la gente sobre los eventos a los que me ausento. Porque ya sea cosa de un hechizo, del karma o del gilipollas de turno, nada va a hacer que me arrepienta de las decisiones que tome (ya sean voluntarias o forzadas por elementos externos).
Que les den por culo a todos, yo quiero volver a ser Fornido Rock.
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