domingo, 27 de febrero de 2011

1-Up!! Stage 1 - Resident Evil 2

Todo aquel que alguna vez haya jugado a un videojuego reconocerá la expresión “1-Up” como aquella que te indicaba que acababas de ganar una vida extra. Algo que hace unos años encontrabas en todos y cada uno de los videojuegos que había en el mercado se ha convertido ahora en algo relegado a géneros muy concretos, encontrando como máximo exponente el llamado género de “plataformas”. Aún así, pese a seguir existiendo, el hecho de ganar vida extra ha pasado a ser algo meramente anecdótico; desde que empezaron a poder grabarse las partidas, el temor a que el quedarte sin vidas te obligara a empezar el juego desde el principio desapareció para siempre.
En fin, como habréis supuesto, aquí voy a hablar de videojuegos; algo que algunos consideraran como meros pasatiempos pero que yo creo que en los últimos años ha llegado a convertirse en un verdadero arte. Algunos diseñadores de videojuegos han conseguido crear argumentos tan exquisitos que harían morirse de envidia a muchos escritores o cineastas. El videojuego ya no es sólo un entretenimiento, se ha convertido en una nueva manera de narrar historias.
No seguiré un orden cronológico, ni temático, ni nada por el estilo; a medida que los diferentes títulos me vengan a la mente iré escribiendo sobre ellos. No os extrañéis si un día os hablo de un videojuego de Playstation 3 y al siguiente lo hago sobre uno de GameBoy.
Bueno, vamos al lío.
Corría el año 1996 y un joven pero prometedor diseñador japonés llamado Shinji Mikami, que trabajaba en la conocida empresa nipona Capcom (famosa por videojuegos como Street Fighter o Megaman, entre otros), sería el artífice de la idea de la que surgiría Resident Evil (Biohazard en Japón). Una gran saga acababa de nacer y, con ella, el género del Survival Horror.


El éxito de Resident Evil fue arrollador y en 1998 vio la luz su secuela, Resident Evil 2; el que para muchos es la mejor entrega de toda la saga.
Lo cierto es que durante todos estos acontecimientos, me encontraba en la más absoluta inopia. Pese a que Playstation ya llevaba pegando fuerte algunos años, yo todavía seguía anclado en los 16 bits con mi SNES y mi Megadrive. Del primer Resident Evil ni siquiera había oído hablar y de su secuela tan sólo me llegaban retazos de información que escuchaba en conversaciones durante el recreo. Palabras como Liker, Leon, Claire, Birkin o Racoon City no significaban nada para mí, pero a medida que fui consiguiendo detalles más concretos no pude evitar empezar a sentir una irrefrenable curiosidad por probar aquel juego personalmente.
Cuando por fin fui poseedor de una flamante Playstation, no tarde en alquilarlo y comprobé emocionado que superaba con creces las expectativas que me había creado. Pese a no tener una comprensión completa sobre el argumento debido a que no había jugado a la primera parte, este me enganchó de tal manera que no pude parar hasta completar el juego. Ni siquiera el miedo y la tensión ante las situaciones que se me planteaban consiguieron hacerme desistir.
La historia de Resident Evil 2 comenzaba unos pocos meses después del final de la primera parte y nos ponía en la piel de Leon S. Kennedy o de Claire Redfield (hermana de uno de los protagonistas del juego original) que se veían inmersos en el caos de una Raccoon City infestada de zombies y otras criaturas de pesadilla. Con este punto de partida, se iniciaba una desesperada lucha por la supervivencia que llevaría a los protagonistas a enfrentarse al horror con tal de escapar con vida de la ciudad.


La principal novedad en esta secuela, que excepto algunos cambios mantenía una mecánica de juego muy similar a la de su predecesor, es que contaba con dos discos, uno para cada personaje protagonista. Gracias a esto, el jugador podía vivir cuatro historias diferentes dentro del mismo juego. Por ejemplo, si uno decidía jugar su primera partida controlando a Leon, al acabarla y cargar de nuevo podías jugar la historia de Claire, que tenía lugar de forma paralela a la del protagonista masculino. Y en caso de que la primera partida fuese con Claire, la historia de esta y la posterior con Leon serían diferentes. Este hecho permitía alargar considerablemente la vida útil del juego, obligando a superarlo cuatro veces para poder conocer todas las variables posibles dentro de la historia. Lamentablemente, esto no se repitió en entregas posteriores y tan sólo los dos primeros juegos de la saga dieron la opción de escoger protagonista (en Resident Evil podías elegir entre controlar a Chris Redfield o Jill Valentine, pero sus escenarios eran prácticamente iguales y no había la posibilidad de jugar la historia paralela como si ocurría en su secuela).
Ambientación y música se entremezclaban en una harmonía perfecta que te mantenía en tensión durante toda la partida, encontrando tan solo algo de reposo en las diferentes salas para guardar, a salvo de las hordas de zombies y monstruos que querían acabar con nuestras vidas. Escenarios como el de la comisaria quedarán grabados a fuego en el recuerdo de los aficionados al género como algunos de los más perturbadores que han visitado.


Tiempo más tarde pude probar el Resident Evil original y, tras la salida del remake de este para GameCube, la primera entrega se convirtió en mi favorita tanto por argumento, por ambientación y por el carisma que destilaban sus personajes.
Muchas fueron las secuelas que vinieron después, pero con el tiempo la saga ha ido perdiendo fuelle y ha dejado de lado el terror para centrarse en la acción; algo que, personalmente, me parece un completo error.
No obstante, Resident Evil 2 sigue encontrándose en mi lista de mejores juegos de la historia y todavía espero que algún día los señores de Capcom se decidan a lanzar un remake para las consolas actuales, lo que sería una autentica pasada.
Si alguno de vosotros no lo ha probado, le recomiendo que intente hacerlo. Hoy en día hay multitud de emuladores que permiten jugar cómodamente en el pc a antiguos clásicos y este es uno que cualquier aficionado al terror debería probar.
En fin, seguro que me dejo cosas a comentar pero no quiero alargarme más.
¡Hasta la próxima!

¡The entire city is infested with zombies and monsters!


jueves, 24 de febrero de 2011

I want to break free

No me gusta pensar.
No me malinterpretéis; no intento pasarme todo el día en una especie de estado de meditación zen que mantenga mi mente en blanco, nada más lejos de la realidad. No obstante, me gusta mantenerme ocupado con algo que evite que me ponga a pensar en cosas más profundas. Lástima que, tarde o temprano, siempre llega ese momento en que me encuentro a solas conmigo mismo y no puedo evitar dar rienda suelta al dialogo interior.
Y, últimamente, estas reflexiones giran en torno a una gran pregunta: ¿Hacia dónde estoy encarrilando mi vida?
Es triste, y lamentablemente hay mucha gente que se debe sentir igual que yo, pero con 23 años no tengo ni la más mínima idea de que quiero hacer en el futuro. No sé a dónde quiero ir y no puedo quitarme de encima la sensación de que ahora no hago más que perder el tiempo. No tengo trabajo, mis estudios me aburren, la rutina se me antoja como una soga que se va cerrando alrededor de mi cuello lentamente, asfixiándome. Me siento como un pájaro encerrado en una jaula; rogando día y noche para que la puerta de esta se abra y pueda extender las alas y volar en libertad.
Odio pensar.
Sé que no debería darle tantas vueltas a este tema pero, sinceramente, no puedo evitarlo. Es algo que me asalta una y otra vez en cuanto bajo la guardia creyendo que ya lo he dejado atrás.
Podéis decirme que porque no hago nada para poner fin a esta situación, pero es que no se qué solución puede haber. ¿Intentar encontrar algunos estudios que me motiven más? Tengo un lio mental demasiado grande como para decidirme por algo. ¿Huir y empezar de nuevo en otro lugar? Me faltan cojones para hacerlo. ¿Agachar la cabeza y reprimir todas mis preocupaciones? No creo que acabase muy bien…
En fin, no quiero aburriros con mis lamentaciones, pero he pensado que, tal vez, plasmando por escrito aquello que me preocupa consiga desahogarme un poco. De momento, parece que me siento algo mejor.
Intentaré dejar de preocuparme tanto por esto y dedicarme a vivir el momento. Que la vida es demasiado corta y pasa excesivamente rápido como para perder el tiempo inmerso en reflexiones que no hacen más que deprimirte.
Carpe Diem.


jueves, 17 de febrero de 2011

Virgen a los 23

Pues sí, amigos; por inverosímil que parezca, a mis veintitrés años todavía soy virgen…al menos en lo que a viajes al extranjero se refiere. Por diferentes vicisitudes del destino, jamás he salido del país.
Bueno sí, con cinco años fui una semana a Andorra y, oficialmente, se trata de un país diferente, cierto. No obstante, mi memoria no conserva muchos recuerdos de este viaje a excepción de la rata que residía en la habitación del hotel y el terrible dolor de pies que me causaron las botas de esquiar; de modo que considero que no cuenta.
Sin embargo, mañana la cosa cambia.
Mi hermana está estudiando en Holanda y puedo aprovechar que tiene una habitación libre en la casa donde está para acoplarme unos cuantos días y disfrutar de un viaje a bajo precio. Estaré poco tiempo, tan solo cuatro días, y seguramente será poco para visitar todos los sitios de interés que pueden ofrecerme los Países Bajos. No obstante, la emoción por salir por fin al extranjero no me la quita nadie.
Llamadme flipado si queréis.
Conocer nuevos lugares, nueva gente, nuevas culturas; es una experiencia que siempre me ha fascinado y por fin podré sentir en mis propias carnes. Mañana daré el primer paso en un camino que espero me ayude a crecer como persona.
Y, por supuesto, espero que este sea el primero de muchos viajes a diferentes países.
Se despide un niño, volverá un Ale desflorado. Espero que no me duela…
¡Nos vemos dentro de cuatro días!


domingo, 13 de febrero de 2011

¡Hasta la próxima, oh dulce navidad!

Seguramente, más de uno se preguntará a que viene que diga esto a mitad del mes de febrero. Una afirmación puede resultar de lo más extraña, cierto. Pero la verdad es que, para mí, el día de hoy supone el punto y final a las que, posiblemente, han sido las vacaciones de navidad más largas de mi vida.
Cuando se está en el mundo universitario, y más concretamente en la UB (lo siento, amigos de la UPF), uno se acostumbra a que el mes de enero se convierta en una especie de campo de minas, siendo estas últimas los diferentes exámenes que se encuentran dispersos por el calendario. El resto de días se dedican (en teoría) a la preparación de estos exámenes: La biblioteca se convierte en el segundo hogar de muchos de los estudiantes, las fiestas en fin de semana se ven suprimidas o reducidas a su mínima expresión y nos vemos obligados a sumergirnos en hojas y hojas de apuntes. O al menos eso es lo habitual.


Por alguna especie de misterio cósmico, este año la UB ha decidido que las clases no se reanudasen la primera semana de febrero, sino la tercera. Algo que desconocía antes de las vacaciones y que me alegró muchísimo cuando me enteré.
Si a este hecho le sumamos que tan sólo tuve que hacer un examen, que el estudio para él no fue muy intenso y que no volví al trabajo como era habitual cada enero; podría decirse que el periodo que se comprende entre el último día de clase antes de navidad y el día de hoy, que abarca casi dos meses, ha sido como unas larguísimas vacaciones de navidad.
La verdad es que unas vacaciones casi tan largas como las de verano son una auténtica delicia, pero al igual que estas últimas, también tienen sus inconvenientes.
Tanto tiempo de vaguerío dedicado exclusivamente al ocio me ha malacostumbrado y la sola perspectiva de tener que volver a madrugar, de volver a coger el tren y de encerrarme durante horas en un aula, se me presenta como un verdadero trauma.
¿Significa esto que me he dejado seducir en demasía por los placeres de la vida NiNi? Probablemente.
Sin embargo, como soy una persona responsable y trabajadora (o al menos eso procuro aparentar), mañana madrugaré, cogeré mi mochila y mi síndrome postvacacional, me montaré en el tren y me dirigiré de nuevo hacia la rutina.
¡Deseadme suerte!

Y mientras, a contar los muchos días que aún quedan para verano.
Qué asco…


viernes, 11 de febrero de 2011

Amor a 19'95€ la unidad

Como muchos de vosotros habréis comprobado, durante los últimos días nuestros cinco sentidos han estado sufriendo el asalto incesante de multitud de anuncios relacionados con San Valentín: “Si quieres a tu pareja, no puedes pasar sin comprar…”; “Demuéstrale tu amor con…”; y un largo etcétera de eslóganes por el estilo. Prensa, radio, televisión, internet; todos y cada uno de los medios de comunicación parecen empeñados en que no olvidemos que este lunes es San Valentín y hay que celebrarlo gastando la mayor cantidad de dinero posible.
Tal vez, desde mi posición de “soltero de oro”, no soy el más adecuado para hablar sobre como celebrar el “día de los enamorados”; no obstante, considero de pura lógica el que cualquier persona pueda ver que esta festividad se ha convertido en una mera excusa para que los comercios consigan hacer caja a costa de los incautos que pican.
¿Realmente es necesario realizar gastos tan elevados en regalos absurdos? A medida que han ido pasando los años, la variedad de elementos dedicados especialmente para esta festividad llega ya a rozar la locura y a la gente parece encantarle. Sin ir más lejos, ayer mismo vi un anuncio de Telepizza en el que promocionaban una pizza especial San Valentín que tenía forma de corazón. ¡Forma de corazón! ¿A qué mente privilegiada se le ocurrió semejante cosa? Y viendo esto… ¿con que nos sorprenderán en un futuro? ¿Implantes quirúrgicos en el cerebro que nos permitan ver una aureola rosa y escuchar música romántica cuando miremos a la persona amada? ¿Un dispositivo que le permita a esta detener el funcionamiento de tu corazón para dar a entender que este le pertenece? Porque, por supuesto, cuanto más cursi y pastelón sea el regalo, mucho mejor; no vayamos a regalar algo que realmente le sea útil a la persona que recibe el obsequio.
Es más, ¿a qué viene esta especie de obligación que ha impuesto la sociedad a regalar algo en este día en concreto? ¿Acaso si no lo haces es porque no quieres a tu pareja? ¿El amor debe manifestarse con dinero? ¿Tiene un precio?
Personalmente, considero que el amor por alguien lo demuestras a diario, sin necesidad de hacer un regalo en una fecha determinada. Un detalle puntual no debería compensar un año entero de desatención; porque lamentablemente, hay quien tolera un pasotismo a diario ¡pero pobre de ti que te olvides de celebrar la fecha que la sociedad considera que debe celebrarse!
En fin, si alguno de vosotros tiene oportunidad de celebrar San Valentín este lunes, mejor para vosotros. Regaladle algo a vuestra novia o novio, id a cenar a algún sitio bonito y echad un polvo de los que hacen historia. Eso sí, espero que si hacéis alguna de estas cosas, lo hagáis porque realmente os salen del alma y no porque un cartel de color rosa en la puerta de algún centro comercial os haya dicho que ese es el día en el que deben hacerse. Y por supuesto confío en que estos eventos no sean un hecho aislado y que se repitan en multitud de ocasiones a lo largo del año.
No os dejéis embaucar por convencionalismos ni permitáis que las grandes empresas hagan el agosto a costa de vuestros sentimientos.
No me seáis borregos.


jueves, 10 de febrero de 2011

Ex Libris Vol.1 - El Nombre de la Rosa

Ex Libris, en latín “de entre los libros de”, es el título que voy a dar a esta sección del blog en la que hablaré acerca de los libros que vaya leyendo. Como ya viene siendo habitual, os aviso de antemano de que no esperéis encontrar tan sólo obras maestras y grandes clásicos; leo mucha mierda y no voy a hacer distinciones entre bueno y malo a la hora de escribir las entradas. Tampoco esperéis un análisis exhaustivo de cada obra, tan solo hablaré un poco acerca del argumento y daré mis opiniones personales; si buscáis otra cosa, leed a un crítico literario.
En fin, una vez puestos en situación, voy a dar comienzo a la primera de las críticas; una obra que he terminado hoy mismo y que a muchos os resultará conocida: El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco.
Ambientada en el siglo XIV, la novela relata la historia del joven novicio benedictino Adso de Melk y de su maestro, fray Guillermo de Baskerville, que llegan a una abadía en el norte de Italia por orden del emperador para ejercer de mediadores en un encuentro entre franciscanos y enviados del papa. Una vez allí, se verán envueltos en una trama de misteriosos asesinatos de monjes, relacionados con los secretos que guarda la biblioteca de la abadía. Guillermo, que posee unas impresionantes capacidades deductivas, iniciará una investigación para encontrar al asesino y poner fin a las muertes.
A grandes rasgos, esta sería la sinopsis de la obra; un argumento muy atractivo a simple vista. ¿Cuál es el problema entonces? Pues la principal debilidad que le he encontrado a esta obra son los grandes altibajos que se producen en el ritmo narrativo. Cuando la trama detectivesca empieza a ponerse interesante se ve interrumpida por interminables páginas de debates teológicos y sobre la estructura de la iglesia del medievo. Con esto no quiero decir que no sea interesante que se hable de dichos elementos, pero en mi opinión el autor se extiende demasiado en ello y hace que la lectura se haga excesivamente tediosa en algunos momentos.
Otro elemento que ha jugado en mi contra a la hora de leer ha sido que ya sabía de antemano el desenlace de la historia, puesto que en clase de literatura de bachillerato la profesora nos lo explicó con pelos y señales (si, los spoilers también existen en el mundo académico). Por esta razón, no he podido disfrutar de la emoción que supone ir desvelando los misterios poco a poco, a medida que los personajes van averiguando que se esconde detrás de los sucesos que tienen lugar en la abadía.
No obstante, debo decir que el libro no me ha dejado mal sabor de boca y se lo recomiendo a todo aquel que quiera leer una aventura detectivesca ubicada en un escenario poco habitual para estas.
Yo, por mi parte, intentaré mirarme la película basada en esta obra y comparar ambas puesto qua todo aquel al que durante estos días le he explicado lo que estaba leyendo, me ha dicho que la película estaba muy bien (cosa habitual en los días que corren: si ya está la película, ¿para qué leerme el libro?).
¡Nos leemos!


viernes, 4 de febrero de 2011

Haciendo amigos

Supongamos que mañana vais a tomaros algo a un bar o cafetería. Da lo mismo si vais solos o acompañados; si pedís un café o un refresco;  si es por la mañana, por la tarde o por la noche. Llegáis, hacéis vuestro pedido, os lo tomáis tranquilamente, pagáis y os marcháis. Hasta ahí todo normal, ¿no? Es algo que, a lo largo de nuestras vidas, hemos realizado tantas veces que hemos perdido la cuenta. ¿Entonces cual es el principal elemento que distingue esta acción de la misma realizada hace poco más de un mes?
Exacto, no sales del local apestando a humo.
La nueva reforma de la Ley Antitabaco, que prohíbe el consumo de tabaco en cualquier local público (con algunas excepciones) y en las proximidades de colegios, hospitales y parques infantiles, ha causado un enorme revuelo en la sociedad. La mayoría de fumadores ha declarado estar en desacuerdo con esta nueva norma y algunos empresarios hosteleros se han mostrado desafiantes, haciendo caso omiso a la ley y permitiendo que se fume en sus negocios.
Tal vez sea porque yo veo el panorama desde los ojos de un no fumador, pero a mí me parece que este tipo de respuesta no es más que una rabieta de niños grandes.
A ver si me explico; por un lado tenemos a los empresarios, que alegan que el prohibir fumar dentro de los bares les hará perder muchas ganancias, ya que los fumadores no irán a consumir al no poder fumar en el interior del establecimiento. Esto dicen que llevará al cierre de negocios y a la pérdida de muchos puestos de trabajo. También se quejan de que muchos realizaron una inversión económica en adaptar zonas para fumadores en sus locales y que el endurecimiento de la ley ha hecho que este gasto haya sido en balde.
Para empezar, tendrían que darse cuenta de que estamos en un país en el cual la vida gira en torno al bar. Dudo mucho que, por el hecho de tener que salir a la puerta a fumarse un pitillo, la gente deje de ir a tomarse algo. En lo que respecta a las pérdidas económicas, no creo que vayan a ser tan grandes como quieren pintárnoslas. En lo referente al dinero invertido en adaptar el local, utilizando la lógica que ellos esgrimen de que los fumadores iban al bar porque se podía fumar, podría decir que las ganancias obtenidas durante el tiempo que los fumadores pudieron seguir consumiendo tabaco habrán sido más que suficientes para recuperar lo gastado en las reformas.
En definitiva, si uno presta atención a las noticias sobre estos hosteleros insurrectos, podrá darse cuenta de que la inmensa mayoría de ellos son propietarios de lo que se conoce normalmente como “bares de petaos”. Tal vez sea verdad que algunos de sus selectos clientes no acudan para tomarse el carajillo mañanero porque no pueden acompañarlo de un buen ducados, pero aquellos que frecuentasen el local porque le venía de camino al trabajo, tened por seguro que seguirán entrando a tomarse su café, se pueda fumar o no.
Por el otro lado encontraríamos a los propios fumadores. Aunque, por suerte, hay quienes tienen dos dedos de frente y encuentran lógico que no se pueda fumar en locales cerrados por respeto a aquellos que no fuman, hay otros que consideran esta ley antitabaco una afrenta a sus derechos fundamentales. Dicen que el no poder fumarse un cigarro mientras se toman algo en el bar es un recorte intolerable a sus libertades. Y en eso no estoy para nada de acuerdo.
Como suele decirse, tu libertad acaba donde empieza la mía, amigo. Y si esta supuesta libertad tuya puede afectar a mi salud, causándome enfermedades por el simple hecho de tragarme tu humo de segunda mano, estoy completamente de acuerdo en que te prohíban fumar en un lugar público. No me vale la demagogia de decir que tienes tanto derecho a fumar como yo a no hacerlo, o de que la ley es injusta para los empresarios que gastaron dinero en adaptar zonas para fumadores en los locales. Para mí son sólo excusas baratas para poder seguir con tu adicción al tabaco.
Mirad las cosas en perspectiva: Nuestra ropa no apestará a tabaco cuando salgamos del bar, se acabó el ser fumadores pasivos por culpa de un desconocido, la salud de los camareros no se resentirá al no pasar sus horas laborales inmersos en una nube de humo, los fumadores fumarán menos y su bolsillo lo notará, algunos incluso se plantearán dejar el vicio. En conclusión, todo son ventajas.
Acabaré la entrada comentando que, tal vez, algún fumador que haya leído esto se pueda haber sentido ofendido con mis palabras. No esperéis que me disculpe. Me reafirmo en todas y cada una de las cosas que he escrito hasta el momento.
Os avisé en el titulo: Siempre estoy haciendo amigos.


jueves, 3 de febrero de 2011

¿Sabes que el otro día me lié con un tío que...?

Lo reconozco, soy un cotilla.
Si, no tengo ningún problema en admitirlo; me encanta escuchar las conversaciones ajenas cuando estoy en algún lugar público. Ya sea en el tren, el metro, un bar o el sitio donde espero a alguien con quien he quedado; adoro conectar la parabólica y enterarme de la vida de las personas que hay a mi alrededor.
Supongo que hay gente que me comprenderá y otros que me mirarán con repugnancia ante semejante afrenta a la intimidad de aquellas personas que tengan la mala suerte de cruzarse conmigo. No mintáis, se que a vosotros también os gusta.
¿Acaso jamás habéis escuchado la conversa de otros por el simple hecho de estar aburridos y no tener nada mejor que hacer? ¿No habéis disfrutado del placer que supone poner disimuladamente en pause el mp3 para poder enteraros de todo lo que dice la persona a vuestro lado bajo el amparo de la supuesta música? ¿Nunca habéis sentido la necesidad de dirigirle la palabra a esa persona para saber cómo termina la historia que estaba contando porque tú debes marcharte ya de allí?
Si me decís que no, sinceramente no os voy a creer. Pero si por alguna remota posibilidad fuera verdad que jamás lo habéis hecho, no podría hacer otra cosa a parte de compadeceros. No sabéis lo que os perdéis.
Uno se puede enterar de muchas cosas interesantes escuchando lo que dicen los que hay a su alrededor. Ayer, sin ir más lejos, obtuve un maravilloso resumen de la vida sentimental durante el último año de la chica que estaba sentada en la mesa de al lado del McDonald’s; o ara un par de semanas asistí a una clase magistral de un grupo de personajes que discutían acerca de la posible ubicación de la Atlántida y de que en la Antigua Grecia utilizaban condones de mármol para tener relaciones sexuales.
En fin, si ciertamente hay alguien que nunca ha prestado atención a las conversas ajenas, tan solo puedo recomendarle que la próxima vez que se encuentre en algún lugar público, agudice los oídos y escuche las historias que la gente pueda contarle sin ser consciente de ello.
Y a los que, como yo, habéis practicado alguna vez el sagrado arte del cotilleo os pregunto… ¿Cuál ha sido la conversa más interesante, surrealista o disparatada que vuestras redes han captado?

Tranquilos, aun no he llegado a estos extremos...

miércoles, 2 de febrero de 2011

Traumas Infantiles

Uno guarda muchos recuerdos de su infancia. Viajes, juegos,  golpes, caídas, cuentos, canciones, veranos de largas tardes jugando con los amigos, dibujos animados y un largo etcétera. Estos recuerdos, ya sean felices o tristes, quedan grabados a fuego en nuestras mentes y nos acompañan a lo largo de toda la vida.
Hoy me gustaría centrarme en el impacto que tuvieron en mi infancia las series y películas de dibujos animados. Es obvio que la mayoría de momentos que me ofrecieron fueron felices, ya que de no ser así no las habría visto. No obstante, en ciertas ocasiones, lo que apareció en la pantalla no fue ni mucho menos agradable y quedaría almacenado para siempre en mi memoria como un momento de lo más amargo.
A continuación, y como están de moda los rankings, voy a realizar el “Top 7 de Momentos de los Dibujos Animados que más me Traumatizaron”.
Y os preguntaréis, ¿Por qué siete en lugar de diez? Pues porque este es mi blog  y hago lo que me sale de las pelotas. Además, el siete es un número mágico: siete pecados capitales, siete enanitos,… ¿Qué más queréis?

7) El Genocidio de Namek (Bola de Drac Z)
La verdad es que no fui consciente de lo traumático que llegó a ser este momento hasta que no tuve una cierta edad. Siendo pequeño te impacta ver como los nameks son asesinados por las tropas de freezer, no obstante no llegas a ver más allá de la simple carnicería del momento. No es hasta que pasan unos años que te das cuenta de que lo que el tirano espacial y sus secuaces llevaron a cabo en el planeta Namek fue un genocidio en toda regla; la eliminación sistemática de todos y cada uno de los habitantes del planeta ya no solo por el interés en encontrar las bolas de dragón, sino como simple entretenimiento.
Pese a que posteriormente fueran resucitados, las imágenes de adultos y niños siendo ejecutados por igual, sin ningún tipo de clemencia, permanecerán para siempre en mi mente.



6) La Primera Muerte de Krilin (Bola de Drac)
La llegada del peor enemigo de Son Goku hasta el momento estuvo precedida por uno de los momentos más duros en la corta vida del joven saiyan. La muerte de Krilin, su mejor amigo, a manos de uno de los secuaces de Piccolo supondría un durísimo mazazo para Goku.
La escena tuvo lugar cuando Krilin volvió al lugar donde se había realizado el Gran Torneo de las Artes Marciales a recoger algunas pertenencias que Goku había olvidado. Impulsado por un mal presentimiento, Goku iría tras su amigo para acabar encontrándolo tendido en el suelo, inmóvil y con un hilo de sangre corriéndole por la comisura de los labios
Con el tiempo, las sucesivas muertes de Krilin irían perdiendo su dramatismo, puesto que casi todos los enemigos que iban apareciendo consideraban requisito indispensable dar muerte al calvo bajito y sin nariz. No obstante, el que fue su primer fallecimiento fue muy traumático.

 


5) Las Alucinaciones de Tintín (Tintín i els Cigars del Faraó)
Siguiendo la pista de un extraño culto, el reportero Tintín fue intoxicado mediante un gas que le provocó fuertes alucinaciones. Todavía recuerdo como me ponían los pelos de punta las imágenes que Tintín creía estar viendo: Pinturas egipcias abriendo los ojos y sonriéndole, extraños seres metiéndole en un ataúd y momificándole o una versión bebe de él mismo agarrándole de la nariz; son sólo algunas de las visiones que provocó ese gas en Tintín y que a mí me causaron un pavor tremendo. 



4) La Muerte de Mufasa (El Rey León)
Un clásico. La muerte del rey Mufasa, traicionado por su envidioso hermano Scar, derramó ríos de lágrimas en las salas de cine. Lo cierto es que, para ser una película Disney, la defunción del padre de Simba se presentó con una crudeza inesperada, mostrando a los ojos infantiles lo dura que puede llegar a ser la muerte. Muchos niños, ese día, se convirtieron en hombres.



3) La Paliza de Warsman a Menjatallarines (Musculman)
Cuando uno ve una serie donde los protagonistas son luchadores de lucha libre que se enfrentan a monstruos esperpénticos de todas las formas y colores espera encontrarse cierto nivel de violencia. No obstante, creo no equivocarme demasiado cuando digo que nadie se esperaba ver lo que sucedió en el combate que enfrento a Menjatallarines contra el recién aparecido Warsman.
En combates previos Warsman ya había dado muestras de su carácter violento y despiadado. Pero durante la lucha contra el combatiente chino dio una verdadera exhibición de bestialidad que acabo con un Menjatallarines completamente destrozado y con las garras de Warsman hundidas en la frente.
Milagrosamente, Menjatallarines sobrevivió, pero quedó en un estado vegetativo que lo confinó a una silla de ruedas. Más adelante, conseguiría recuperarse gracias a los poderes curativos de unas misteriosas fuentes termales, pero el recuerdo de la brutal paliza a la que se vio sometido quedó grabado a fuego en mi mente.



2) La Muerte del Padre de Upa (Bola de Drac)
Otra muerte cruel en el universo de Bola de Drac fue la del indio Bora, el padre de Upa. Cuando el despiadado asesino a sueldo Tao Pai Pai apareció en busca de la bola de dragon de cuatro estrellas que tenía Goku, Bora intentó hacerle frente sin éxito.
Con una facilidad pasmosa, Tao Pai Pai redució al musculoso indio y lo lanzó por los aires para, instantes después, enviarle su lanza y ensartarlo al grito de “Eh, que et deixes la llança!”
El cuerpo de Bora cayendo a cámara lenta, la triste música y el llanto desconsolado de su hijo fueron un coctel explosivo que creó uno de los momentos más traumáticos de toda la serie. 



1) La Muerte de David el Gnomo (David el Gnomo)
He reservado el primer puesto para una escena que, sin tener ningún tipo de violencia en ella, resultó sobrecogedora. La muerte de David el Gnomo no fue más que la plasmación en la serie de dibujos del destino de todos los seres vivos. La muerte, el fin del ciclo vital que, tarde o temprano, nos llegará a todos nosotros.
¿Por qué entonces resulta tan traumática? Por el simple hecho de que nadie se esperaba un final así para una serie infantil. Un final tan realista, tan melancólico, tan triste.
David y su mujer Lisa, dando por finalizada su vida y convirtiéndose en arboles que permanecerían juntos en un mismo lugar por los siglos de los siglos, nos otorgaron un final que será recordado por todos aquellos que vimos sus aventuras siendo niños y que hoy, ya adultos, todavía las rememoramos con cariño.



En fin, hasta aquí el repaso a algunos de los traumas de mi infancia. Hasta la próxima.